Después de cruzar el angustioso tramo en que la estrecha carretera bordeaba la montaña, dejando el precipio hacia el mar muy cerca de mi, pensé que la contemplación del arrecife de Las Sirenas, era un regalo del cielo, para compensar el encogimiento de corazón por el que había pasado.
La tarde mostraba un cielo encapotado, y las primeras gotas comenzaban a caer, sacudidas por un viento que iba ganando fuerza a cada golpe de segundero del reloj.
Me quedé allí un rato, absorta, sintiendo toda la fuerza y la magia que de ese lugar manaba...hipnotizada por el paisaje marino que se abría ante mi.
Nikon F50, Voigtländer 70-300, filtros cokin (degradado malva+degradado gris),
escáner HP ScanJet 3300C
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